Arrojando palabras
como piedras contra las ventanas
mastico fragmentos de sueños.
Agradecido, quizás domesticado,
escatólogicamente tranquilo.
Empieza la tormenta de bestias
y me encuentro desamparado.
Pero no te olvides
nunca jamás en tu vida
que puedo desatar un infierno.
Y que puedo llorar
solo cuando valga la pena.
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