Era una calle de Palermo,
pero de las sucias y grises.
Donde no se puede ni definir
aquello que te asusta.
Como una plaga bíblica
se expande el miedo y la tristeza.
Las putas me sonrien,
en caída pero nunca en ascenso
al pais de las maravillas.
Era un enjambre de polillas,
y un inodoro defecado.
Se podía oir llorar
a la luna de cuarto menguante.
Era una calle siniestra,
una postal del horror.
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